Ateneo Cáceres 2023

Amistad
Gritarle a la gente amistad, con alarido de soledad,
buscar un cariñ inusual con el mayor de los ahíncos
y no darte cuenta de que llevas siglos abrazados a ellos
Javier Romo.
La manera más bonita de sonreír es querer sorprender y, por contra, ser sorprendido
Un día escribí algo que empezaba así:
Regreso al pasado
Noche de Reyes, noche llena de ilusión y nervios.
No sé cómo me he portado este año, pero a sus Majestades los Reyes Magos, solo les he pedido una cosa: un «Delorean». Sería el regalo ideal de este año. Y si me lo concedieran, viajaría casi medio siglo atrás para rememorar rutinas y sueños.
1975… Son las 8:45. Falta un cuarto de hora…
Y llegó ella con su locura natural, hermosa, colorida como siempre, con esos bellos y grandes ojos… y me regaló el «Delorean».

Porque soñar es gratis
Presentar un libro en la ciudad natal del autor, yo, es lo mejor que le puede pasar a cualquier persona. Hacerlo en un escenario romántico tan envolvente, solo está a la altura del Ateneo de Cáceres. Que sea el segundo poemario escrito y publicado ya te deja firmar como escritor. Y que sea delante de amigos es lo más maravilloso de este mundo que piso. Y el colmo, la guinda es que los presentadores, también son amigos: Raquel Preciados y Alberto Navalón.
La belleza se hacía presente en cada una de las preciosas mujeres que tuvieron el detalle de acompañarme. El fotógrafo, mi amigo David, intentaba captar la intensidad de lo que aleteaba en ese salón de actos, donde personas que ya no está se hicieron presente.
Fue una presentación de las que le gusta al autor, a mí: compartida. Pedí a personas maravillosas, como Kasty García, Charo Mejía, Charo Poblador, Cristina Galindo, Raquel Preciados y Alberto Navalón, que recitarán poemas míos y así fue.
Tuvimos hasta la suerte de que el tiempo acompañó en sumanera nublosa y borrascosa, pues hacer una presentación en junio y en Cáceres, es una osadía.
Y tras el acto nos fuimos a disfrutar de la cocina de dos amigos, Augusto y Cristina, que regentan la Trastienda de Mario y Marieta, para disfrutar de esos ágapes tan maravillosos que sólo ellos saben hacer.
Y esto empieza ya a dar miedo y a la vez satisfacción plena. Aún recuerdo cuando me paseaba con mi primer libro bajo el brazo, cuando mis amigos, en tono jocoso, en el saludo omitían mi nombre reemplazándolo por el de «escritor». Broma que me provocaba risa. A lo que yo respondía: No por matar un perro soy mataperros.
Pero con dos ya editados, estos «cabrones » van a tener razón



















































